Hoy 2 de enero del 2022, siendo domingo, día que le corresponde consecutivamente la publicación semanal de mis columnas de opinión; curiosamente, hace 55 años este provinciano nació.
Y como es una tradición-tragedia legendaria
en los pueblos donde las oportunidades laborales escasean, el emigrar a las
ciudades capitales no es un capricho, sino una imperiosa necesidad para muchos.
No siendo yo la excepción, la
capital del Atlántico, Barranquilla, sigue siendo mi segunda casa matriz, que a
edad de mi adolescencia hasta un enero 4 del 2021, en Barranquilla, encontré
oportunidad laboral formal ininterrumpidamente.
Hoy aún por encontrar nuevas
oportunidades, por cierta comodidad que siguen brindando las capitales en
comparación con nuestros pueblos, y por gratitud de la vida, sigo radicado en
la resplandeciente capital caribeña.
Porque desde esa época de mi
infancia desplazándome físicamente cada fin de semana para trabajar en la
capital; ahora pese a la vanguardia de la modernidad, la única oferta laboral
para los bachilleres provincianos de hoy, es el creciente, inclemente e
informal mototaxismo.
Aunque hoy estos pueblos del
Departamento del Atlántico están siendo visitados y acreditados para invertir
por el comercio vanguardista de las grandes marcas de tiendas comerciales, aun
así, siguen siendo pueblos grandes que crecen en su masa habitacional por
nativos y extraños, pero con limitadas oportunidades laborales que son
insuficientes y poco dignas para unos quedarse, y otros regresar.
Y yo que me he dedicado -sin
ninguna remuneración- en estas dos últimas décadas a la observancia, estudio y
redacción de la vida social y política de la Región y la Nación, antes que
dedicarme a buscar una mayor formación académica para un mejor progreso
económico para mi familia.
A esposa e hijos, les pido
disculpas por la desatención a su bienestar económico-social, por dedicarme en
alma y corazón a la publicación pública de mi fe, combinando y proclamando un
social-evangelio.
Y ha sido mi tarea inaplazable en
todo este tiempo, como si yo quisiera, primeramente, obtener la salvación ética
y moral para la política colombiana antes que cualquier otro deseo familiar.
Disculpas públicas familiar pido,
porque cuando dije en la columna anterior; de que el que espera lo mucho,
espera lo poco; y en vez de desear un digno bienestar y progreso para ellos por
el trabajo de mi fe, antepuse mi deseo principal para salvar la democracia del
lastre del clientelismo.
Isaías 9:1 El pueblo que caminaba
en la noche divisó una luz grande; habitaban el oscuro país de la muerte, pero
fueron iluminados.
Bueno, lo común fuese que yo como
ciudadano y activista social político; estuviese militando activa y
laboralmente en un partido político de esos que manejan la burocracia del Estado
colombiano, y de haber sido así, de mi familia, yo fuese su orgullo.
Más como columnista de opinión
que soy, por recomendación política, yo estuviera mojando prensa a nivel
regional o nacional. Y ni lo uno, ni lo otro se ha cumplido para mí, en
consecuencia, en la obviedad, tampoco mi familia ha gozado de las mieles
burocráticas por NO hacer política tradicional y partidista en esta demeritada
democracia colombiana.
He regresado con tiempos
intermedios al mismo lugar donde un 2 de enero mi madre pujó a esta criatura,
ahora, a seguir al frente de un pequeño negocio tradicional y familiar como
gerente.
Vuelvo al mismo lugar donde ahora
redacto mis crónicas -aún sin remuneración-, más ahora creo firme y
sagradamente, que este parto, tendrá su gloria inconmensurable; como si fuese
yo, un admirable consejero.
Isaías 9:6 El imperio crece con
él y la prosperidad no tendrá límites, para el trono de David y para su reino:
(...).