Admiración y mis respetos a los
periodistas y columnistas de opinión que han sido valientes en denunciar casos
de corrupción en la administración pública y casos de impunidad judicial.
Algunos, muy pocos, han pateado
la lonchera -se dice cuando han sido despedidos por denunciar casos ocultos
dentro de la misma casa periodística donde han laborado- como el caso reciente
de un prestigioso periodista colombiano exiliado en otro país por amenazas
contra su vida por su trabajo; hablo de Daniel Coronell.
Despedido de la famosa Revista
Semana, casa editorial colombiana con un brillante historial periodístico, y al
otro día otra casa periodista extranjera de mayor prestigio y cobertura
internacional, The New York Times, lo invitan para publicar una columna de opinión
con respecto a su despido.
Voy a tomar solo el preámbulo de
dicha columna: Hasta hace unos días escribía la columna de opinión más leída de
Colombia.
Mis denuncias habían logrado que
altos funcionarios salieran de sus cargos, que algunos fueran a la cárcel y que
se desplomaran millonarios emporios involucrados en acciones ilegales. Así
escribió Coronell.
Sin descartar y dejar de
reconocer estas audaces investigaciones y denuncias periodísticas contra lo
poco que han producido a falta de un eficaz e imparcial poder judicial en un país
“rico” en la impunidad, la sevicia y el amiguismo político.
Pero me voy a salir por la
tangente -porque no es lo mío- porque de Coronell son aquellos efectos necesarios
y a la vez infructuosos que emanan de estas investigaciones, lo mío, contrario,
para tomar un camino hacia la Reconciliación Nacional, porque de denuncia en
denuncia, solo el cementerio y la vejez -contando con suerte- son sus dos destinos
finales de vida del investigar y el denunciar.
Contrario. Lo que les voy a
compartir lo saqué de las redes sociales sobre una disertación de una señora de
más de 80 años; ella en una imaginación deseosa de vivir sana, disertó así:
Se imaginó que estaba donde un médico
especialista y espiritualmente le encontraron: 40 grados de egoísmo. Su presión
estaba bajita de ternura. En su electrocardiograma le encontraron frialdad e
indiferencia social porque sus venas estaban atrofiadas y no le permitían que el
amor irrigase su corazón.
Los rayos ultravioletas
le mostraron manchas de rencor. En su oído, sorda por la avaricia que no le permitían
oír el llanto de la humanidad. Y su paso por la ortopedia, tenía
parálisis que no le permitían caminar por la soberbia. Eso le grabaron.
Y no es mas que la radiografía ilustrativa
general y metástasis de nuestra sociedad colombiana. En donde la cultura del
crimen y la ilegalidad instigan grandes investigaciones famosas. Y que la gente
solo espera una señal: el castigo “ejemplar”. Y en eso llevamos décadas de odios
y sicariatos.
¡Ahora! Soy de los que considero en
la fe que una nueva generación colombiana más humanitaria no discrimina la madurez
de las personas. Se nace de nuevo a cualquier edad. ¡Si así se cree y desea!
Mensaje papal: La fe, al igual
que la vida, sin asombro se vuelve gris, rutinaria.
2 Reyes 20:8 Y Ezequías dijo a Isaías: ¿Cuál será la señal
de que el Señor me sanará, y de que subiré a la casa del Señor al tercer día?