¿Qué más tiempo debo esperar? Para hacer público lo que en secreto comenzó hace exactamente 21 años de vida sumido y sumiso en la Palabra del Evangelio de la Vida. Y hoy lo que es asombro y murmuraciones entre mi nicho de lectores, ya para mi es una forma de vida terrenal normalizada.
Pero el que me está leyendo ahora
por primera vez, pensaría para sí mismo, que soy cualquier aparecido, y que he
venido aprovechando esta crisis de incertidumbres de la covid-19 para infundir temor,
y ganar adeptos a mi perfil de opinión, “haciéndonos creer que son una
divinidad los mensajes en sus crónicas”.
Y de algo de cierto tiene, no de
que sea un aparecido, sino lo cierto es que desde el inicio y todo el tiempo de
esta pandemia, este redactor ha aprovechado al máximo para expandir un poco más
las publicaciones. Gracias al ocio, por la "comorbilidad social" que
ha mermado la autosuficiencia existencial y las finanzas entre otros aspectos,
que ha traído este tiempo endémico para la humanidad colombiana, para tal caso.
Por eso me atrevo a decir, que he
llegado a causar cierta distensión en diferentes lectores que están cansados de
leer lo mismo de siempre. Porque pese a la amenaza de la crisis de salud, de
muerte y de decadencia productividad económica; muchos siguen creyendo, esperanzados
o defendiendo lo tradicionalmente conocido.
Lo otro cierto que deben saber, es
que he vivido en estos recientes 21 años, como cualquier mortal. He trabajado.
He cumplido a cabalidad. Y como predicador social, no he desfallecido. Pero si
ha corrido mucha “agua bajo este puente” en décadas de desencuentros y desencantos.
Pero he compartido cuantiosamente mucha fraternidad.
¡Más! Lo mejor desconocido que
deben saber ustedes, también, es que no es esta pandemia quien arrebatará mi
perseverancia de fe; Apocalipsis 20:6. Y esta es una de las promesas de fe que
otros aún no alcanzarán a dimensionar. Pero en el cual me vengo esforzando para
que quede bajo observancia. Porque alguien dijo, y ojalá con conocimiento de
causa, que no todo lo compra la plata y el poder.
@MonsMercado: ¡Atención! Cuida tu
corazón de los sentimientos que corrompieron a Caín: la envidia, el egoísmo y
la incapacidad de alegrarse por el bien de los demás. Crecen como cizaña que
ahoga el trigo.
Y llegó la vacuna y debo
celebrarlo. Pero mientras alcanza esta esperanza científica en este *micro
proceso de vacunación*; la desesperanza en medio del desempleo histórico y el causal
pandémico, no desaparece y no hay esperanza nacional o extranjera a la vista:
@ErikaFontalvo: Con desesperanza
los habitantes del corredor minero en el centro del Cesar miran la salida de Prodeco.
“Nos dejan en los huesos”, advierten con angustia. “Prodeco se va, y nos deja
socavones de pobreza”.
Sumo en esfuerzos terrenales
constitucionales para la pacificación de nuestros pueblos; porque para la
Comunidad Internacional, seguiremos siendo un país con alto riesgo de vida, y
por eso, como no somos tierra pacífica, y si peligrosa para la productividad
turística.
Y la productividad nacional, o es
insuficiente del todo, o lo que se produce lo carcome la desigualdad social en
manos del yugo opresor.
Y en efectos sagrados. Por la
falta de entendimiento del opresor Faraón egipcio, el antiguo pueblo de Dios no
fue liberado en un dos por tres, sino hasta las diez plagas en anuncios de
Moisés.
Con mi alma te deseo en la noche,
y entre tanto que me dure el espíritu en medio de mí, madrugaré a buscarte;
porque desde que hay juicios tuyos en la tierra, los moradores del mundo
aprenden justicia. Isaías 26:9.