Un segundo ítem de los que seguíamos
a la otrora Ola Verde, quizás el más influyente y el más sublime que nos
animaba, aunque llenos de incertidumbre también, era ni más ni menos, de que
los recursos públicos son sagrados.
Porque aunque convincentes seguidores,
muchos aterrizados en la realidad, a sabiendas de cómo se trabaja, en forma
generalizada, la política y la contratación estatal, entonces, garantizar que
con solo la idea Verde, la corrupción en Colombia pasaría a ser historia
patria, por ende, la temática propuesta de que los recursos públicos sean
sagrados, era una quimera a puños. Espejismo, o realismo mágico, a la que no podemos
renunciar como sociedad. ¡Nunca jamás!
Porque es más fácil reducir a los
criminales de los cuales la Fuerza Pública los pueden identificar conjuntamente
e individualizar en su actuar delictivo, que a un infiltrado corrupto. Corrupción
que de cualquier rincón entre las Instituciones y sus funciones públicas y
aquellas asociadas con lo privado, de acá los asaltos al erario salen
menudamente, segundo a segundo, ante la tardía, la complicidad y hasta el miedo de algunos funcionarios de los entes de
control.
Pero el combate a la corrupción
es una lucha frontal de todas las sociedades, la problemática histórica es que
no aparece haber nacido un líder que logre convocar a todas las sociedades
vivas para tal enigmático y crucial fin, porque la corrupción está impregnada en toda mente y cuerpo humano que respire.
¡Mientras! La corrupción es
caballito de batalla electoral, y una desaprobación ciudadana generalizada en
todas las funciones estatales, históricamente. Pero no solo los recursos públicos
son sagrados, la vida de la gente de igual manera y con mayor prontitud.
¡De acá! Hay quienes quieren
desestimar la altísima importancia en la estrategia de finalizar este conflicto
armado que nos viene desangrando física,
moral y espiritualmente. Digo desestimar en su coyuntura en medio de estas contiendas
políticas electorales hacia la presidencia de la República 2014-2018.
Algunos sectores desestiman aduciendo que además de lograr finalizar el
conflicto vía concertada, exigen que además se requieren otros logros sociales
paralelamente.
Y no se equivocan al exigirle a
los gobernantes porque constitucionalmente
debemos hacer la tarea permanente del escrutinio ciudadano ante quienes nos
gobiernan, para que lo público se haga público, por eso afines o desafines al
proceso de la Habana, todas las campañas contendoras ante la oficial reeleccionista, sobre todo algunos, los más
afines, con mesura electoral, ahora desestiman los avances promisorios en la
Habana. Algo que la campaña reeleccionista intuyo reflexiona, si se apoya en
que: Nada está acordado. Hasta que todo quede acordado.
Pero quienes literalmente,
dejamos de comer por estar actualizados con la realidad política y social, con
independencia y objetividad, contando errores y fracasos, sí existen avances
sustanciales a niveles sociales como previo escenario al postconflicto. La tarea
es más apremiante en justicia.
Hablando de campañas electorales
presidenciales. Dos evidentes escándalos hicieron que sus asesorías de campañas
abandonaran sus trabajos, para atender llamados a procesos judiciales, uno como
gran gurú en estrategias políticas electorales, y otro, dícese ser un consejero
espiritual. Entendieron que sus asesorías, salvo la inocencia de cada quien: Que
si la sal se corrompe…
Me apoyo en total acuerdo en un
mensaje recibido de un respetado columnista político, amigo virtual, quien me
reafirma vía correo electrónico que la paz es una causa superior. ¡Bienaventurados
entonces! para quienes nos esforzamos individual, colectiva y decididamente a hacerla realidad.
_Y anímense todos ustedes, gente
del país. Trabajen, que yo estoy con ustedes. Tal como se lo prometí cuando salieron
de Egipto; mi espíritu les acompaña. No tengan miedo_ Profeta, Hageo. Cap. 2.
Saludo, Julio.
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