El gobierno del presidente Santos decididamente convino negociar con los
guerrilleros de las Farc en medio de este conflicto interno; es decir, seguimos
en plena violencia y cualquier cosa puede pasar, mientras no haya un acuerdo comúnmente
consensado y firmado entre las partes.
¡Mientras! Así crudamente sin piel humana, esta guerra dejaría muchos
muertos de parte y parte.
Empero. Deberían por parte de los negociadores de las Farc mostrar gestos
de paz que indiquen que tienen el total control de sus mandos medios, y a su
vez, que vayan acordes a lo que aparentemente quieren llegar en la reconciliación por medio
del diálogo franco y civilizado.
Entretanto y, aun después en el postconflicto, se tiene que insistir en
el fortalecimiento institucional eficiente, transparente y de inteligencia a todo el cuerpo de nuestra Fuerza Pública
para que nos garanticen mínimos de seguridad ciudadana y rural. Como la Carta
Magna Política colombiana, así lo dispone.
Esta Fuerza Pública le corresponderá brindar seguridad, tiempo postconflicto,
hasta los que hoy les toca perseguir, combatir y neutralizar legalmente.
Jefe negociador del Gobierno dijo que no se transgredirán parámetros que
fija el Estatuto de Roma. El Gobierno dejó claro que los acuerdos que se
logren en el proceso de paz con las Farc, si se consolida la terminación del
conflicto armado, serán acordes con las directrices de la justicia
internacional y con los compromisos multilaterales que Colombia ha adquirido
desde que aceptó la jurisdicción de la Corte Penal Internacional, año 2002.
También dijo, Humberto de la
Calle, señalando que las dos partes tienen claro que en la negociación no se
pueden plantear ni aceptar imposibles.
El Gobierno es consciente de que la paz no se puede construir señalando a
las Farc como únicas responsables de la violencia que ha azotado a
Colombia en los últimos 50 años, pero también
ha insistido en la necesidad de que la guerrilla reconozca a sus víctimas.
No estamos en la teoría del sapo,
es insuficiente para explicar el cuadro completo. La justicia transicional es una oportunidad para entablar nuevos valores
en la sociedad, agregó.
Arribó a Colombia la dirigente y
sobreviviente del genocidio de la Unión Patriótica, Aida Abella, luego de 17
años de exilio en Europa a donde huyó para salvar su vida. Prensa.
Los negociadores del gobierno
Santos entienden, y lo debemos entender los que estamos a favor y en contra de
estos intentos de finalizar el conflicto bélico a través del diálogo, que no se
está negociando, en singularidad, con la Madre Teresa de Calcuta, por tomar un
ejemplo de personas plenamente pacifistas y humanitarias que enaltecieron
nuestra historia de vida cristiana.
También lo deben tener claro los
negociadores de las Farc que pretenden cambiar las balas por argumentos políticos
reformistas en las plazas públicas. Lo claro de ellos, es que no van a
encontrarse en los escenarios de nuestra democracia y en el debate político,
con un San Francisco de Asís. Tomando otro singular ejemplo cristiano.
Saben que se toparán con quienes
constriñeron las zonificaciones electorales y se hicieron elegir con los
dineros mal habidos y secundados por el
paramilitarismo.
Ante todas estas mezclas de
criminalidad que han dejado sin aliento y con desesperanza y miedo de muerte a
lo largo y ancho de nuestra historia psíquica bélica:
_Entonces el Señor me dijo: Habla
en mi nombre a estos huesos. Diles: Huesos secos, escuchen este mensaje del Señor.
Yo pondré en ustedes mi aliento de vida, y ustedes revivirán.
Pueblo mío, voy a abrir las
tumbas de ustedes; voy a sacarlos de ella y a hacerlos volver a la tierra de
Israel_ Profeta Ezequiel, Cap. 37.
Saludo, Julio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario