¡Pesar! Ya no nos distinguen como
Costeños a nivel nacional, entre otros aspectos de orgullo regional, por ejemplos:
el aporte cultural de la versatilidad musical de las composiciones de Rafael
Escalona. Como tampoco por la fina pluma del Novel literato y novelesco de García
Márquez.
Ahora la distinción vergonzosa es
que, de cada escándalo de corrupción administrativa o electoral a niveles
nacionales, está inmiscuido uno o varios representantes de la política costeña.
Recientes casos deshonrosos de la actualidad: los carteles de la contratación pública
alimentaria en medio de la pandemia. Lo de, Aida Merlano y la ÑeñePolítica.
Y para ponerle la “fresa a la torta”
de nuestro desprestigio social, actualmente somos el foco de contagios y muertes,
porque en la primera quincena del mes de junio en el departamento del Atlántico
los fallecimientos por la Covid-19 subieron de 199 a 419 y los contagios de
4.116 a 10.882.
Y me voy ahorrar en nombrar todo ese
cúmulo de consecuencias subjetivas que en las redes sociales y en la Prensa
local le atribuyen a este lamentable panorama crítico del coronavirus; lo
cierto, es que la incultura ciudadana, el relajo de antaño, y de que como
población somos grandes aportantes regionales del hambre en las desigualdades sociales
y económicas del país, por la informalidad laboral, el rebusque en las calles y
buses del transporte local.
Pero pese a esta debacle social, desde
mis inicios como escritor de opinión; siempre he querido elaborar columnas de
hechos culturales, sociales, de empuje laboral y de aportes novedosos para la economía
regional, pero hasta hoy, en mis actuales 300 artículos, es poco o casi nada
que resaltar.
Pero esta Covid-19 si me hizo
regresar a la audiencia de las noticias periodistas del orden nacional; porque me
había retirado de seguir diariamente las actualidades noticiosas por allá, por
agosto del 2.018.
Y he visto que el coronavirus ha
dejado en evidencias los problemas estructurales que tenemos como comunidad
mundial; más sus consecuencias de temor al contagio y a la muerte, están lejos
de ser un punto de partida para los cambios de conducta humana, del colombiano,
específicamente.
A nivel de país y en su política y
su gobernabilidad, preguntaremos: ¿Que noticias nos han de llenar de orgullo
patrio? ¡Ninguna! Con certeza lo anunciamos. Y lo que, si estamos cundidos de
ver y oír, son las acusaciones que rayan en lo judicial, entre un bando del
activismo político contra el otro. Y de ahí, no hay poder supra terrenal que
nos saque de ese enjambre vergonzoso.
Prosigo. Si en las regiones llueven
malestares sociales y políticos, como la nuestra Caribe, es poco lo resaltable a
nivel de país, porque el panorama es también igual de desalentador; pero
tampoco voy a entrar a descalificar a la vicepresidenta por el caso de narcotráfico
que salpicó a su familia y que no le contó a tiempo a sus electores.
El daño de ese hecho periodístico
por el tráfico de estupefacientes que involucran a los colombianos implícitos, y
que le dan la vuelta al mundo, si es un aliño más de desprestigio social y de desconfianza
internacional que manchan invisiblemente el pasaporte colombiano. Para aquellos
connacionales primerizos o permanentes que viajan hacia el exterior.
No obstante, por nuestra resiliencia
y nuestra fe; muchos seguiremos bregando por un Nuevo Amanecer Generacional que
nos represente, dignamente. Y mi sueño de escribir columnas de opinión y llenar
libros que engrandezcan con honor nuestra región; sigue incólume.
Al que salga vencedor le daré el
derecho de sentarse conmigo en mi trono, como también yo vencí y me senté con
mi Padre en su trono. Apocalipsis 3:21.
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