viernes, 19 de abril de 2019

SOBRE ESTA MI FAMA

Ni escandalizarme ni vanagloriarme por la titularidad de este artículo sin tener ahora un reconocimiento por alguna obra social literaria de gran impacto. Pero si es mi anhelo. Y si es mi prioridad.

Porque, absolutamente todos, por nuestra mente hemos pretendido llegar, de alguna manera a la fama y alcanzar sueños de conquista. ¡Todos lo hemos soñado!

Pero con veracidad investigativa queda comprobado que los grandes sueños en más de un 90 por ciento nunca llegan a materializarse, y aun más de este porcentaje, los soñadores no podemos o no tenemos los medios de comunicación para hacerlo público.

Y si en la vida secular queremos o pretendemos ser famosos en cuanto a reconocimientos se refiere, como deportistas, músicos o profesionales de la ciencia o la tecnología entre muchas labores.

En lo místico muchos tenemos pretensiones soñadoras similares, ya ungidos desde la tina bautismal llamados para realizar labores de: maestros, reyes y profetas; reconfirmados en Efesios 4:11.

Entonces dicho lo anterior místico, y si alguna de esta, dos o tres de estas manifestaciones de signos de la divinidad entran a ser parte del rol de nuestras misiones; ¿Por qué han de escandalizarnos?

Sobre la titularidad de este artículo, destapo mis cartas misioneras como laico, en que mi rol vocacional en nada tiene que ver con otros roles importantes como miembro general de la Iglesia.

Sino que mi competencia de fe es todo lo relacionado a opinar constructivamente sobre los quehaceres sociales, lo político y su administración pública.

Porque, aunque vengamos designados con nuestros dones dados según lo manifestado a la Iglesia: 1 Corintios 12:28; léase también: 1 Corintios 12:18 Ahora bien, Dios ha colocado a cada uno de los miembros en el cuerpo según le agradó. 

Y dada a su custodia, allá, en la Iglesia, se encuentran dignatarios que con conocimiento e inteligencia pastorean a quienes hacemos parte de esta comunidad, dícese en; Jeremías 3:15. 

Y yo, seguiré bajo este ordenamiento de la fe bautismal; a manera singular, y así dócil como en mi inocencia de niño fui presentado al sacerdote de turno para ser ungido en el ritual salvífico del bautismo en la custodia tradicional y convicción de la fe católica de mis padres. 

Padres que por gracia de Dios reinan en vida.

Yo, aunque ya un poco adulto, con criterio propio y con autonomía para elegir y discernir, así mismo como aquel niño obediente estaré siempre bajo el ordenamiento jerárquico, el criterio de comunidad y el escrutinio dogmático del Tribunal Eclesiástico de la misma Iglesia Católica.

Yo como laico, ahora refrendo y defiendo públicamente el único ritual bautismal cristiano desde nuestra infancia y, pongo a su consideración y estudio, a esta misma Iglesia, esta mi fe pública, fe escrita desde un ayer, desde hoy y lo que ha de escribirse.

Yo, ahora que no tengo tiempo libre para el desánimo, sigo teniendo en mi conciencia una fe que arde en una llama espiritual que no se puede consumir jamás.

Isaías 42:1-7 (…) No clamará ni alzará la voz, ni hará oír su voz en la calle. No acabará de romper la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente.

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