jueves, 9 de febrero de 2012

TIEMPOS MESIANICOS

La disyunción de la humanidad nace del odio ancestral de Caín derramando con sus propias manos la sangre de su mismo hermano Abel. Y no ajena esta percepción disyuntiva desde nuestros antepasados hasta la hoy golpeada sociedad colombiana, y por ende el trasnocho eterno de sus gobiernos –ayer y actual- por mantener un mínimo de seguridad a sus gobernados. Pareciera no estar al alcance de sus fuerzas y estrategias el concebir un sosiego permanente y tranquilizador teniendo las intenciones para formalizar un poder de Estado suficiente y seguro. Dicen que de buenas intenciones, está hacinado el infierno. ¡Eso dicen!
Presenciaba vía internet una tertulia en vivo en El Heraldo con todos los estamentos que deben propender con la cultura ciudadana y la inversión social en la ciudad. Preocupados tras los desmanes y homicidios producidos en la inauguración cultural del carnaval; porque se desprenden de estas festividades, afluencia del comercio y su economía en el turismo y la imagen de seguridad misma de la región. Y es la seguridad ciudadana el mínimo compromiso constitucional de todos los gobiernos.
Me entregó mi Madre –conociendo mi condición religiosa y de escritor, seguramente- un librito titulado: Jesús es el Mesías; en donde se plasman algunas vivencias y testimonios en la vida del padre Emiliano Tardif quien profesaba un poder espiritual que intercede ante Dios con fe para sanar y curar el cuerpo y el interior de miles de enfermos en el mundo entero.

Rescato en sus inicios de presentación de este librito, que en su introducción manifiesta: No hay otro mediador entre Dios y los hombres que Jesucristo, el Señor, que tiene todo poder en el cielo y en la tierra, y ha enviado a su Iglesia a anunciar la Buena Nueva de la salvación y a instaurar el Reino de Dios.
Despliega más adelante sobre los signos que el profeta Isaías en 35,5-6 quien había descrito como identificación de los tiempos mesiánicos: Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, y las orejas de los sordos se abrirán. Entonces saltará el cojo como ciervo, y la lengua del mudo lanzará gritos de júbilo.
Los tiempos mesiánicos para la consecución de la paz en Colombia pueden desprenderse de dos aspectos fundamentales conjuntos en su unidad; una tarea posible, que entre todos los estamentos de las Ramas del Poder Público se fecunde un temor apacible por la institucionalidad de la ley, por su cobertura en la inversión social, su control político, y la efectividad de su cuerpo de justicia. Y una segunda tarea imposible en manos de la Iglesia quien sobrepasa en poder las fuerzas del hombre por esto del salmista quien la vivifica y respalda: 127:1 Si el Señor no edifica la casa, en vano se esfuerzan los albañiles. Si el Señor no cuida la ciudad, en vano hacen guardia los vigilantes. 127:2 En vano madrugan ustedes, y se acuestan muy tarde, para comer un pan de fatiga, porque Dios concede el sueño a sus amados.
Independientemente de la religión que se profese, o no se profese alguna, la mayoría de los colombianos nos signamos por la ley y la Constitución para un Bien Público; y por eso, soñamos en la piel ciudadana por la obtención de unos gobiernos –central y regional- que constituyan un Estado equitativo en la inversión social y unos mínimos en su seguridad territorial. Hipotéticamente, tiempos mesiánicos serán al ver el desplazamiento y desmantelamiento de una anticuada, antipopular, improductiva y sangrienta lucha guerrillera. El desmejoramiento económico de las empresas terroristas del narcotráfico. Y el del aniquilamiento definitivo del enriquecimiento ilícito codicioso de quienes manejan los dineros del erario público. ¡Júbilo!

Saludo, Julio.

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