sábado, 16 de febrero de 2013

LO DIVINO EN POLITICA

La filosofía de mis pensamientos tiene algo de peculiar en el asentamiento de la escritura. Algo que se me fue dado. Tratan de alguna manera de llevar, o mejor de traer, los relatos en las relaciones de vida de quienes según la Biblia, le sirvieron a Dios en su plan divino humano para guiar el sendero  generacional del que él acostumbra llamar, su pueblo. Desde el  génesis. Ahora en la cristiandad, su Iglesia.
Pero algo más en particular que me llena de satisfacción, además de que como todo ser humano busco un protagonismo,  mejor aún, si es de ámbito social y político. No obstante. Comparto algunos créditos en mis columnas o artículos de opinión, con algunos trabajos investigativos en la prensa regional y nacional y con algunas opiniones públicas que me parecen objetivas para que sean tenidas en cuenta en las administraciones públicas y lo relacionado con la política en general.
No será este artículo la excepción, porque traigo apartes de una reciente columna de opinión de un columnista de la prensa capitalina de el Tiempo, Gabriel Silva; y que, desde luego tiene que ver desde un punto de vista político y del cual me suscribo. Leamos apartes:
Tengo un profundo respeto por la política, por mi profesión –politólogo– y por mi experiencia de servidor público. Esa actividad –que, según las encuestas, el 80 por ciento de los colombianos consideran indeseable, sucia, corrupta y costosa– para mí es la esencia de una sociedad civilizada. La política es simultáneamente un arte y un apostolado. Es el espacio donde aflora lo mejor y lo peor de una sociedad.
Esa realidad ineludible, que en la política coexistan los ángeles y los demonios, es propia de todas las actividades humanas. El problema es que de todas ellas la política es la más importante. A través de esta se decide la distribución del poder en la sociedad y la asignación de los recursos colectivos.
No deja de sorprender que algo tan crucial para la sociedad sea tan impopular. Sin duda, mucha de la culpa la tienen los mismos políticos. Con tanto escándalo de corrupción, de parapolítica, de amiguismo y de personalidades en las cárceles, quién se va a animar a metérsele a eso. Con razón, el 95 por ciento de los jóvenes que van a entrar a la universidad dicen que no tienen ningún interés en la política. Puntualizó.
Había leído posteriormente otra posición relacionada con la posición de Silva, y es que participar democráticamente en las contiendas de elección pública; su inversión electoral en pesos para poder  lograr un escaño y llegar al cargo, es entrar a una iliquidez financiera con respecto a lo que se va a recibir en el cargo. Lo obvio, nadie le apuesta a perder tiempo y dinero. Esto si de justificación politiquera y clientelista se trata.
Quienes han visto la personificación del otrora político estadounidense y antiesclavista Abraham Lincoln, en la película, Lincoln. Manifiestan que para que este activista consiguiera esta gesta para abolir la esclavitud en su país, tuvo la necesidad, por así decirlo, de recurrir a la politiquería y al clientelismo. Más justificaciones políticas en su dinámica humana, si de eso se trata.
_El que procede rectamente y dice la verdad, el que no se enriquece abusando de la fuerza ni se deja comprar con regalos, el que no hace caso a sugerencias criminales. Ese vivirá seguro, tendrá su refugio en una fortaleza. No le faltará pan y agua_ Isaías, 33.
Es mejor esperar un poco, sin dejar de ejercer el ciudadanismo y el civismo. Para no caer ¡Si de eso se trata! en lo politiquero  clientelista.
Saludo, Julio.

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